Me gusta leer acostada en el pastito con los pies en el solcito y la cabeza en la sombra. Cada tanto me distrae algun bichito que usa mi brazo derecho como autopista o el izquierdo como puente. Me hace cosquillas y lo miro para comprobar que no me este picando. Hacemos un pacto silencioso, ambos sabemos que podemos herir al otro si asi lo deseamos. Sigue su rumbo.
Continúo leyendo hasta que una coma se vuelve roja y se pone a jugar a las escondidas entre las páginas. Siempre me convenzo de que está en el capítulo siguiente pero cuando lo abro hay solo puntuaciones ordinarias. Quizás se fue volando, aunque nunca se por donde.
Una mosca algo extraña se posa en el libro, intento espantarla pero no se mueve. Siento que me observa, que quiere escuchar. Leo entre susurros pensado que comprende. Se va al finalizar el párrafo. Creo haber comprobado mi teoría.
Descubro donde se había ido el bichito que le gusta disfrazzarse de signos de puntuación. Ahora me mira desde el borde de un trébol. Nos miramos. Nos desafiamos. Se esconde, lo encuentro. Sube a la cima de un pastito, pareciera despedirse y se marcha. Miro el libro, la mosca regresó y está sobre su tapa mientras el descansa. Escribo todo esto y ella me espera, inmóbil.

Perfectas conexiones, sin preguntas. Completamente armoniosas, naturales. Lo más silenciosas posibles. Las preguntas no encajan. Leo, escribo, juego, observo, hablo. No pregunto, el silencio me da las respuestas en mi gran rinconcito.

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