Mil cosas se te cruzan por la cabeza, cada baldosa tiene una historia distinta. Llegas a esa parte de la cuadra donde esperas sentir el olor a jazmin mezclado con la humedad del aire antes de las lluvias de primavera, quizàs, sentarte un ratito (solo unos minutos, para no molestar) en la pared bajita para perfumar los recuerdos. En cambio, te encontras una pared alta, de madera, con publicidades medio despegadas. Olor a arena humeda y cemento.
Ni siquiera serviría lanzar un jazmin al viento para recordarla, los mounstros de babilonia lo pisotearian.

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